La empatía es la intención de comprender los sentimientos y emociones de otro individuo de forma objetiva y racional. Es una palabra de origen griego "emphátheia" que significa "emocionado".
Hoy vamos a hablar de la importancia que tiene en nuestras vidas poner en práctica el uso de esta capacidad. No sólo ayudará al resto, sino que también será beneficioso para nosotros mismos.
Es cierto que necesitamos realizar una autocrítica desde la sociedad actual en la vivimos y de la que formamos parte, ya que si todos pudiéramos sentir en mayor o menor medida el dolor ajeno, la incomprensión o las injusticias a las que se exponen nuestros semejantes, poseeríamos la capacidad de ayudarles y erradicaríamos más problemas de los que pensamos.
Se ve diariamente en televisión, en radio, en periódicos, en redes sociales... Nos bombardean con noticias e imágenes que a priori podrían causarnos pavor o incluso herir nuestra sensibilidad, pero lejos de todo ello, al tratarse de una constante exposición diaria, pueden acabar apagando esa sensibilidad que todos poseemos.
Ponernos en el lugar del otro, no quedarnos con lo meramente físico, intentar excavar y comprender lo que no es visible para el ojo humano, comprender qué le ha llevado a otra persona a proceder o a sentirse de una forma determinada.
En definitiva, ver con el corazón lo que no podemos ver con los ojos; tratar de comprender desde el amor, no desde los prejuicios. Y una vez que comprendamos la esencia de ese mal, actuar en consecuencia para erradicarlo.
La empatía es un medicamento genérico espiritual que ayuda a mejorar tanto al que lo porta como al que lo necesita, y puede combatir muchos y diferentes problemas, como la soledad, la incomprensión, el dolor, la apatía...
Antes de despedirme, me gustaría citar un conocido refrán:
Bendita la rama que al tronco sale.
Porque la empatía es una más de tantas ramas que nacen de un mismo tronco al que llamamos amor.
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