jueves, 24 de enero de 2019

LEELO Y REFLEXIONA.




Esta noche me gustaría que leyeras este cuento antes de dormir, acompañado de la música que te aconsejo.

EL FANTASMA DEL ORO:

Al pasar un barbero bajo un árbol embrujado, oyó una voz que le decía:

- ¿Te gustaría tener los 7 tarros de oro?

El barbero miró en torno suyo y no vio a nadie. Pero su codicia se había despertado y respondió anhelante:

- Sí, me gustaría mucho.

- Entonces ve a tu casa enseguida, - Dijo la voz -, y allí los encontrarás.

El barbero fue corriendo a su casa. Y en efecto, allí estaban los 7 tarros, todos ellos llenos de oro, excepto uno que estaba sólo medio lleno. Entonces el barbero no pudo soportar la idea de que un tarro no estuviera lleno del todo. 

Aquello le exasperó!!  Se puso a ahorrar y economizar como un loco, hasta el punto de hacer pasar hambre a su familia. Todo inútil.  Por mucho oro que introdujera en el tarro, éste seguía estando medio lleno.

De modo que un día pidió al rey que le aumentara su sueldo.  El sueldo le fue doblado y reanudó su lucha por llegar al tarro. Incluso llegó a mendigar. Y el tarro engullía cada moneda de oro que en él se introducía, pero seguía estando obstinadamente a medio llenar.

El rey cayó en la cuenta del miserable y famélico aspecto del barbero. Y le preguntó:

- ¿Qué es lo que te ocurre? Cuando tu sueldo era menor, parecías tan feliz y satisfecho. Y ahora que te ha sido doblado el sueldo, estás destrozado y abatido. 
¿ No será que tienes en tu poder los 7 tarros de oro?

El barbero quedó estupefacto:
- ¿Quién os lo ha contado, majestad? - preguntó.

El rey se rió.
- Es que es obvio que son los síntomas de la persona a quien el fantasma ha ofrecido los 7 tarros. Una vez me los ofreció a mí y yo le pregunté si el oro podía ser gastado o era únicamente para ser atesorado; y él se esfumó sin decir una palabra. Aquel oro no podía ser gastado. Lo único que ocasiona es el vehemente impulso de amontonar cada vez más. Anda, ve y devuélvelo al fantasma ahora mismo y volverás a ser feliz.

REFLEXIÓN:

Atesorar coas no nos hace más felices, al contrario, nos hace más suspicaces, ruines, codiciosos y egoístas, y nos merma la capacidad de disfrutar de la vida y de lo que tenemos en el momento actual. 

El dinero, el poder, los bienes materiales no son más que fantasmas que nos vuelven infelices si no sabemos gastarlos de forma prudente y sensata. Con frecuencia descubrimos que las personas que menos tienen, que viven con lo justo, son realmente las que mejor viven y las que menos están atadas a nada.

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